Luchar contra la dominación es reivindicar la República

Publicado el 10 de octubre de 2023, 15:44

El liberalismo ha separado tan radicalmente la economía y la política que hoy resulta casi una herejía tratarlas como lo que realmente son: fenómenos sociales inescindibles. Recuperar lo mejor de la tradición republicana implica volver a comprender las instituciones políticas en relación con las relaciones económicas y de propiedad.


El artículo escrito a continuación es una reseña del libro de Julio César Guanche Zaldívar ¿Quiénes somos todos? Libertad, igualdad y fraternidad en Cuba (Dyskolo, Albatana 2023).


La tradición republicana es una corriente de pensamiento y práctica política caracterizada por una concepción antitiránica, contraria a toda dominación, que reivindica la libertad en estrecha conexión con la propiedad y defiende una comunidad de seres humanos libres, así como propugna la defensa de ciertos valores cívicos indispensables para el logro de la libertad buscada. Por ello, la política consiste en un ejercicio compartido donde cada uno, por turnos, gobierna y es gobernado por los demás, como famosamente dejó dicho Aristóteles.

Surgida a mediados del milenio I a.n.e., la tradición republicana ha ejercido una poderosa influencia en la historia —desde la Antigüedad hasta mediados del siglo XIX— y experimenta hoy, después de dos siglos de eclipse, un notable resurgimiento. El dogma liberal, que adjudica al liberalismo el mérito de ser el autor de las demandas de libertad, democracia y derechos humanos, ha funcionado como un lugar común del pensamiento del mainstream historiográfico y político durante mucho tiempo. Las ideas liberales representarían entonces el súmmum del progreso humano y la llamada democracia liberal, la única forma legítima de organización política de las sociedades humanas.

En el ámbito teórico, sin embargo, a partir de los años 60 del siglo pasado (y con más fuerza después del cambio de siglo), se ha verificado un renacimiento de la tradición republicana caracterizado por cuestionar, con rigor histórico y conceptual, aquellas verdades tenidas por incuestionables a partir del rescate del discurso y los temas del pensamiento político clásico y moderno y de una nueva lectura de los hechos históricos que los engendraron, despejando las sucesivas capas añadidas durante casi dos siglos de hegemonía liberal. Ello ha conducido a lo que quizás no sea exagerado considerar una revolución en términos de comprensión de la historia política y socioeconómica, así como de la historia de las ideas.

En el contexto latinoamericano, un grupo cada vez más numeroso de autores de este lado del mundo comenzó, a inicios de este siglo XXI, a explorar la historia política de nuestro continente empleando las herramientas conceptuales y las contribuciones históricas mencionadas, con una relectura crítica de las muchas líneas históricas que habían sido parcial o completamente oscurecidas por lecturas elitistas o interesadas, cuando no abiertamente ideológicas.

La compleja historia de Cuba, cuya historiografía ha sido dominada por enfoques primero liberales y luego marxistas, y que durante décadas ha sido objeto de innumerables aproximaciones desde todas las áreas del espectro político y todas las orillas del mar que constituye el pensamiento cubano, ha resultado un terreno fértil para historiadores, politólogos, juristas y pensadores de todas las tendencias teóricas y políticas. Con todo, en Quiénes somos todos. Libertad, igualdad y fraternidad en Cuba nos encontramos ante un proyecto —quizás el más original y profundo hasta ahora— de recuperación de una tradición política que ha sufrido más que ninguna otra simplificaciones y distorsiones, cuando no directamente olvidos y mutilaciones.

El término República (y su constelación de significados) concentra y epitomiza todos los males atribuidos a la etapa anterior a 1959 en el discurso oficial, desde los primeros años posteriores al triunfo revolucionario, al punto de aparecer casi siempre, ya fuera en el lenguaje hablado o escrito (con el prefijo seudo-) y ser sustituida, a todos los efectos prácticos, por el término Revolución, que concentraba y epitomizaba, a su vez, todos los bienes presentes y futuros del pueblo cubano.

Este volumen, en verdad magnífico, es el resultado de las dos décadas que su autor ha dedicado a la reflexión y reconstrucción paciente y detallada de los conceptos y los significados que han marcado el desarrollo, a lo largo de los últimos dos siglos, del pensamiento político cubano (entendiendo la política en un sentido mucho más amplio y proteico que el usualmente empleado). Guanche nos regala aquí un recorrido informado, profundo y original sobre conceptos centrales en el pensamiento y la praxis política cubana y universal: libertad, igualdad, fraternidad y su amplia constelación de significados, resumidos en la noción de república democrática, el ideal inderrotable de doscientos años de lucha del demos cubano, de los pobres libres, los verdaderos autores y creadores de la historia, como dejó escrito Brecht en su poema memorable.

Julio César Guanche, con su claridad y profundidad de siempre, nos propone una perspectiva republicana, bien anclada en la historia de Cuba, sobre las múltiples expresiones en que ha tomado cuerpo en nuestra historia el republicanismo cubano, criollo, mestizo, y no solo de las élites ilustradas, sino muy especialmente de los sectores más humildes, esclavos, libertos, pequeños propietarios, y sin olvidar a las mujeres, tantas veces ignoradas o minusvaloradas. Así, pasa revista a tradiciones del pensamiento y la praxis política cubana tan relevantes como el nacionalismo y el socialismo en sus diversas vertientes y en distintas etapas del siglo XX cubano, y las profundas huellas que dejaron (más allá de que fueran manipuladas o instrumentalizadas en determinadas coyunturas) y que resultan imprescindibles para la comprensión de nuestra historia y, sobre esa base, del presente y el futuro de Cuba.

El libro y su autor nos proponen nuevas lecturas de hechos, procesos y nociones que jalonan la historia política de los cubanos sin temor a cuestionar arraigadas creencias (algunas de ellas mantenidas con la fuerza de verdaderos dogmas), equipado con una erudición deslumbrante, una poderosa capacidad de análisis y una perspectiva histórica ejemplar que no elude las complejidades teóricas y políticas ni el debate informado de la época (o el actual). El resultado es una contribución de enorme calado a la comprensión del papel central de la tradición republicana en la génesis de la propia nacionalidad cubana y sus expresiones culturales, cuya diversidad explora el autor con mirada tan amplia como acuciosa y reflexiva.

Las tres partes que lo integran, Fraternidad, Libertad e Igualdad, además del enorme simbolismo de sus títulos —que remiten ante todo a la experiencia del republicanismo plebeyo de la Revolución Francesa (tan influyente en el ideario del independentismo cubano)— reúnen un conjunto de textos que, en sí mismos, son un testimonio de la pasión política de su autor, y un hermoso y merecido homenaje a todos los cubanos y cubanas, humildes o insignes, que pensaron, actuaron y vivieron de acuerdo a esa pasión, la de hacer de Cuba una República de hombres y mujeres libres: una comunidad de ciudadanos, no de súbditos.

Después de un prólogo tan certero como hermoso, obra del gran historiador español Julio Martínez Cava, la primera sección del libro, Fraternidad, reúne un conjunto de textos dedicados al gran tema eclipsado de la célebre tríada de Robespierre, convertida en el lema de la Revolución Francesa, y sus múltiples expresiones en la historia de Cuba y en las luchas de su pueblo, con especial énfasis en las tradiciones populares del demos cubano, no solamente en la política, sino también en la música (popular o de élite), el periodismo o las artes gráficas. La sección, muy apropiadamente, concluye con un lúcido y hermoso testimonio personal sobre la noche del 27 de noviembre de 2020, un verdadero parteaguas en la historia reciente de Cuba.

La segunda, Libertad, nos muestra un recorrido por las diversas concreciones de esta idea central de la tradición republicana en la historia de Cuba, desde el siglo XIX hasta hoy, incluyendo las expresiones simbólicas de ese ideal, encarnadas en la bandera, el escudo y el himno de la República. De igual modo, nos regala profundas reflexiones sobre los avatares de conceptos tan debatidos como la democracia, el constitucionalismo y el derecho en Cuba después de 1959, y especialmente las grandes reformas legales de los últimos 10 años, incluyendo el proceso de discusión, elaboración y aprobación por referendo de la nueva Constitución cubana, entre 2018 y 2019.

La tercera y última —pero no por ello menos importante—, Igualdad, nos propone diversas y meditadas aproximaciones a una noción tan menospreciada por el liberalismo como exaltada por el socialismo, pero que este, a fuerza de usarla como justificante de todas sus políticas, acabó convirtiendo en un concepto vacuo y políticamente ineficaz, sobre todo para combatir a sus históricos enemigos: racismo, sexismo, aporofobia, homofobia, presentes todos ellos de muchas maneras en el escenario social, político y económico cubano. En todos los ensayos que contiene el volumen, sin excepción, hay siempre una mirada honesta a las muchas contradicciones que en torno a tales nociones son visibles en la praxis histórica cubana, y argumentos de mucho calado para comprenderlos sin exclusiones ni sectarismos. Solo por ello el libro merece la atención y el reconocimiento que sin duda tendrá.

Entre los muchos méritos de este volumen me interesa destacar tres. En primer lugar, la amplitud y alcance de la mirada, tan crítica como respetuosa, con que el autor explora, en una síntesis deslumbrante, dos siglos largos de tradición republicana en la historia de Cuba hasta nuestros propios días, y su legado y alcances para la coyuntura actual de Cuba. Segundo, el carácter cuestionador, y sin embargo reflexivo y ponderado, de su discurso, que no teme enfrentar algunos de los lugares comunes más arraigados de la historiografía, y exponer enfoques novedosos y bien argumentados sobre las muchas aristas de los temas que trata. Finalmente, la sorprendente y feliz articulación de múltiples perspectivas: filosóficas, históricas, sociológicas, antropológicas; nunca como exhibición erudita, sino como síntesis reposada y certera de muchas lecturas y reflexiones que contribuyen a la profundidad de los análisis y a la certeza de sus conclusiones.

Con este libro, Guanche despliega ante sus lectores una riqueza de hechos y argumentos que no pretenden dar respuestas definitivas, sino exponer y mostrar las múltiples corrientes de una historia (o de muchas) que fueron conformando una cultura y una praxis republicana asumida y convertida en razones para la acción (como gustan decir los filósofos analíticos) de los hombres y las mujeres de este país a lo largo de más de dos siglos. Historia y praxis que continúan siendo hoy referentes ineludibles del horizonte político de los cubanos, ese ideal que nos sigue inspirando, definido por Martí a fines del siglo XIX como la república con todos y para el bien de todos.

Un hilo conductor de la tradición republicana, que se remonta a Aristóteles en su Política, es que las instituciones políticas deben ser estudiadas y comprendidas en su relación con las relaciones económicas y de propiedad, y así se mantuvo durante más de dos milenios. Sin embargo, el liberalismo ha separado tan radicalmente ambas realidades, convirtiendo en lugar común la afirmación de que una cosa es «la economía» y otra cosa distinta es «la política», que resulta casi una herejía tratarlas como lo que ya sabía Aristóteles que eran: fenómenos sociales entrelazados, expresión de los conflictos entre una minoría de ricos poderosos y una muchedumbre de pobres libres, la clave de cualquier comprensión rigurosa de los diseños institucionales de las sociedades humanas.

Uno de los méritos —y no el menor— de este libro es cuestionar hasta su raíz esta artificial separación entre política y economía (y entender ambas como procesos, al cabo, culturales, al modo del gran E.P. Thompson), y mostrar, también, que su reunificación resulta clave para cualquier intento de comprensión profunda de la historia de Cuba, pues el marxismo dogmático, tan dominante en nuestros predios durante tanto tiempo, impuso como dogma que todo lo relativo a la esfera política solo podía explicarse a partir de los fenómenos económicos. La consecuencia fue el empobrecimiento y la reducción de ambos. Por consiguiente, si la idea republicana de libertad reclama como condición la autonomía y por lo tanto la igualdad, entonces la pregunta por la república solo puede completarse con una pregunta por las condiciones materiales que hacen posible la libertad.

Por otro lado, muestra que, dado que la distribución de las condiciones materiales para esa autonomía y esa igualdad revelan a lo largo de la historia (y la de Cuba no es ninguna excepción) una gran desigualdad condicionada por líneas de clase, etnia y género, la tradición republicana debe dialogar con —e incluir en su agenda los reclamos de— las corrientes políticas que han luchado y luchan por la solución de esas injusticias ancestrales (socialismo, anarquismo, feminismo, ecologismo).

Por último, deja en claro que, si la política es el terreno en que se dirimen las cuestiones sobre la hegemonía en una sociedad (y ello no puede entenderse sin prestar atención al modo en que se producen, reproducen y transforman las diversas tramas culturales de un pueblo) y las decisiones de un gobierno favorecen o impiden alcanzar esas condiciones de mayor igualdad y autonomía que exige, para ser real, la libertad republicana, entonces la preferencia y la acción política republicana sólo puede ser eficaz si, primero, educa y promueve una cultura cívica y democrática en todos los espacios, públicos y privados y, segundo, exige y se compromete a fondo con la democratización radical de la gestión del Estado, lo cual demanda igualmente un severo ajuste de cuentas con las experiencias autoritarias del socialismo real, cuya influencia en Cuba no puede desconocerse ni menos aún subestimarse.

La recuperación y puesta al día de la tradición republicana —especialmente en sus expresiones democrático-plebeyas— con los nuevos contenidos nacidos y definidos en las luchas emancipadoras de estos tiempos es, sin duda, una tarea de primer orden en la coyuntura actual de Cuba, ante el agotamiento de un modelo de socialismo burocrático y autoritario ya completamente anacrónico, pero que todavía ostenta creyentes y defensores. Quiénes somos todos, de lectura y debate imprescindible, la cumple con verdadero rigor y auténtica pasión, merecedores ambos del reconocimiento de todos los que nos sentimos identificados y comprometidos con estas luchas milenarias, las de la tradición política de los pobres libres, que durante más de dos siglos han dado voz y cuerpo a las exigencias de la libertad, la igualdad y la fraternidad de los cubanos.

Fuente original: https://jacobinlat.com/2023/10/07/luchar-contra-la-dominacion-es-reivindicar-la-republica/

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